viernes, 9 de noviembre de 2007

El Metro de la Ciudad de México (un día cualquiera)



El Metro, es como una caja color naranja repleta de cerillos que serpentea las entrañas de la Ciudad de México a más de 80 kilómetros por hora. Acá en una madrugada, esperando que den las 5:00 y se abran las puertas, de éste "monstruo" metálico que "devora" a diario a millones de capitalinos.
























Cada vagón es un cóctel de olores, sabores y humores. Es el sistema de transporte colectivo Metro, donde los cuerpos se apretujan unos con otros, hasta el punto de que se pueden sentir respiraciones, palpitaciones vecinas y muchas veces hasta una descarada mano. De día y de noche, el metro es un hervidero. Desde afuera parece un hormiguero de gente que sale del subterráneo y otros más que entran. Los usuarios corren, esquivan a los contrarios, empujan si es necesario, y otras veces no faltan las mentadas. Atrás se queda un mundo, en la superficie terrestre, con sus carros y contaminación cotidiana, porque acá en el túnel de los viajes incesantes, los de abajo viven otra realidad.










































































































La mayoría de los capitalinos ha bajado alguna vez al subsuelo para transportarse en el sistema, cuya construcción inició el 29 de abril de 1967, a cargo del ingeniero Bernardo Quintana. El recorrido inaugural ocurrió el 4 de septiembre de 1969 entre las estaciones de Insurgentes y Zaragoza. Los mexicanos tuvieron que esperar 42 años para tener su Metro, respecto a la línea del metro de Tokio inaugurada en 1927. Que no decir de los años luz que nos separan de la red de Londres, puesta en funcionamiento en 1863. Son 348 trenes que mueve a millones. Y para ello consume 936 millones 906 mil 039 kilowatts anuales en los 39 millones 439 mil 353 kilómetros que recorre en 365 días.






























































































































































































El subterrtáneo es una amalgama de personas que van cargando con sus prisas y pendientes. Es un mosaico de olores, humores y de tentaciones bajo tierra. Olor a sudor de albañil, de obreros y de oficinistas. Los convoyes son centro de trabajo para decenas de ambulantes. Desde las escaleras que comunican a las calles se instalan puestecitos de lo que sea. En los vagones son paisaje perenne los vendedores de discos. Bara, bara, gritan. Más de 200 canciones por sólo 10 pesos. Y tiene de todo, cumbia, salsa, rock y ranchero.













































































































































































































































































































Pasajeros por minutos. Son sólo parte de los 5 millones de usuarios diarios y uno más de los mil 417 millones pasajeros anuales que utilizan este medio de transporte al año. Es el profesionista, el burocráta, el estudiante, la muchacha, el niño, y hasta el fantasma...































































































Fin de la jornada. El último pasajero arriba a una de las estaciones más peligrosas de la Ciudad de México: Tepito. Donde todo es posible, donde todo se encuentra. Tras él se cierran las puertas, el chasquido de los candados en las rejas son el pasaporte de la seguridad, afuera, allá sólo queda la noche, el frío...ah y las pandillas del barrio bravo.




















3 comentarios:

Ulysses dijo...

Nada mal, para ser un dia cualquiera... demasiadas fotos, eso si falta edición.

Abrazo

candido nochebuena ruiz dijo...

raul, te felicito por este fotoreportaje, y recibe un saludo desde salina cruz, oax.

RAUL IBERO FOTOS dijo...

Amigo cándido, gracias, no se quién seas, pero me alegró ver un comentario en este blog, que fue creado en 2007 para la clase de fotoperiodismo con el "maese" Ulises Castellanos....